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martes, 17 de febrero de 2015

¿Cansado o agotado?

         

          Una de las señales más evidentes de si estás en el trabajo correcto, es el entusiasmo con que te despertás cada mañana para salir de la cama y emprender tu camino... O si programás la alarma para "5 minutos más".

          En los últimos meses, cuando cambió la administración de la oficina donde trabajo y nos encontramos con la sorpresa de grandes reducciones salariales, comencé a sentir cierta aversión hacia mi lugar de trabajo. Eso, sumado a varios otros factores internos, me obligó a buscar otras opciones de ingreso para compensar la pérdida, además de ponerme a pensar qué era lo que realmente estaba haciendo con mi vida, regalando gran parte de ella a quienes le importaba un huevo y medio.

          El resultado fue tan inesperado como sorprendente, ya que al poco tiempo me encontraba dictando hasta 3 talleres por día en diferentes ciudades, lo que apenas me dejaba tiempo entre uno y otro para algo tan básico y necesario como, por ejemplo, comer.

         Pero mi sorpresa fue mayor al darme cuenta de que me encantaba. No me molestaba en lo absoluto. No me molestaba el agotamiento ni el ajetreo. No me molestaba la escasez de tiempo libre entre un taller y otro ni pasar todo un sábado trabajando. Todo lo contrario, me fascinaba hacerlo. Me fascinaba viajar, conocer gente, transmitir lo que sabía y ver cómo lo apreciaban, salir de la rutina y divertirme con los participantes mientras aprendíamos juntos.

       Fue entonces cuando entendí la diferencia entre estar cansado y estar agotado. Entendí que estaba cansado de la rutina, cansado del mismo ritmo tedioso de madrugar cada día, luchar contra el tráfico para poner el dedo en un reloj marcador sin sentir que colaboré de alguna manera con la sociedad, cansado de atenerme a reglas tontas de algunas personas de turno que no tiene mejor cosa que hacer que involucionar, y peor aún, hacer involucionar a los que los rodean. Entendí que estar cansado era estar hastiado, fastidiado de lo mismo.

       Pero quedar agotado luego de haber terminado un trabajo bien hecho, agotado por dar lo mejor y ver los frutos del esfuerzo sintiendo el crecimiento personal, agotado por ofrecer lo que uno sabe recibiendo el agradecimiento de los demás por haber aportado a sus vidas. Esa. Esa es la mejor sensación del mundo.

          Algunas veces, la experiencia es mejor que un diccionario para entender el significado de las cosas.

miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Qué deja un perro cuando se va?


     Al regresar de un viaje, y luego de enterarme de que ya no volvería a ver a Hanna, me puse a recorrer en silencio y observar los lugares de la casa que ella solía frecuentar; pensando y tratando en cierta forma de visualizarla. 

     Me encontré con su baldecito de agua a donde iba a beber las veces que tenía sed, su cuenco de comida con todavía algo de su cereal (nunca comía de más), su cadenita con la que la amarrábamos a su casa en momentos de recibir visitas porque era una chica celosa y no le gustaban los extraños, y uno de sus huesos mordisqueados con el que solía entretenerse durante horas.

     La mayoría de estas cosas incluso se las compramos nosotros, y aún así era todo lo que necesitaba para ser feliz y darnos todo el cariño del mundo a su manera.

     Mientras nosotros estamos llenos de prendas de vestir, autos, tarjetas de crédito, deudas, teléfonos inteligentes, computadoras, estrés laboral, cuentas bancarias, electrónica, propiedades, electrodomésticos y un sinfín de cosas materiales que nos pasamos acumulando a lo largo de nuestras vidas, la felicidad de Hanna se basaba en vernos llegar y estar con nosotros.

     Ella se encargaba de que entendiéramos su felicidad moviendo la cola mientras iba corriendo a recibirnos. Entendíamos sus lengüetazos y saltos cuando nos decía que estaba feliz de vernos y que nos extrañó. Notábamos su tranquilidad al estar recostada sobre la alfombrita de la cocina mientras mamá realizaba algún que otro quehacer o estando cerca de los pies de alguno de nosotros bajo la mesa en los almuerzos familiares de los domingos.

     No podía hablar, pero no hacía falta. Siempre pensé que en la mayoría de las ocasiones hablar está de más. Que es lo que menos necesitamos para comunicarnos. Y ella también se encargaba de enseñarnos eso. Podíamos entenderla y ella nos entendía a la perfección. Hasta cuando nos decía que sólo compartiría su espacio con nosotros, evitando que cualquier otra persona se le acercara.

     Tal vez no pude agradecerle lo suficiente lo que me enseñó. Tal vez debí ir a lanzarle una pelota más veces en vez de quedarme encerrado en casa frente a un monitor de computadora. Pero estoy seguro de que a ella no le importaba. Sólo se mantuvo fiel hasta el final.

     Para los demás era sólo un perro. Y creo que está bien. Porque para ella, los demás eran sólo extraños que molestaban. Sólo nosotros podíamos entender lo profundo del vínculo familiar que nos unía.

     Los perros se encargan de enseñarnos muchas cosas que a nosotros nos lleva años, o a veces hasta la vida entera para aprender. Nos recuerdan que la felicidad está en las cosas sencillas y básicas de la vida. Y esta chica de ojos marrones hasta el último momento cuando tuvieron que ponerla a dormir, nos enseñó que el desapego y las despedidas, aunque sean demasiado dolorosas a veces, forman parte de nuestro transitar por aquí.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Jet Lag

          - ¿Qué tal dormiste? – Pregunté a mi compañero en la mañana de ayer, ya que llevaba los últimos 4 días despertando a las 3 de la madrugada sin poder volver a conciliar el sueño.

          - Como un bebé - me respondió – Me despertaba a cada rato y lloraba.

        El jet lag, también conocido como descompensación horaria, es un desequilibrio producido entre el reloj interno de una persona (que marca los periodos de sueño y vigilia) y el nuevo horario que se establece al viajar en avión largas distancias, a través de varias regiones horarias.

          El reloj biológico de la persona tiende a prevalecer, por lo que, generalmente tendrá sueño en pleno día y por las noches mantendrá un estado de vigilia. Y cuando estás en un país con 12 horas de diferencia en relación al propio, esto se vuelve de sobremanera notable.

          Adaptarse a esto generalmente lleva un proceso de una semana, pero es una verdadera tortura cuando necesitas concentrarte para realizar algún trabajo y tu cuerpo sólo te pide dormir.

          Suele generar apatía, problemas digestivos, confusiones a la hora de tomar decisiones e irritabilidad; síntomas por los que todos pasamos en esta primera semana de estadía en Corea.

          Es hasta gracioso ver cómo cada uno de nosotros tiene su propia manera de luchar contra el sueño y el cansancio en horas de clases o reuniones y cómo los menos afortunados sucumben a súbitos cabeceos, producto de pérdidas momentáneas de consciencia cuando el sueño termina por vencer.


          Son las 6am y llevo tres horas escribiendo cosas mientras Norah Jones me susurra bajito varias de sus canciones. Además de eso, sólo se escucha el más absoluto silencio de la noche fría y desierta.

          Supongo que todavía sigo durmiendo como un bebé, y que mañana estaré de lo más somnoliento, pero el menos tengo más horas al día para estar en contacto conmigo mismo.

¡Nieve!


          El amanecer coreano en invierno suele llegar cerca de las 8 de la mañana, lo que hace que generalmente me sienta un gran madrugador cuando despierto y todavía está oscuro.

          La del jueves no hubiera sido una madrugada diferente a las demás si no fuera porque al mirar por la ventana del piso 18 de mi habitación, mientras me alistaba para salir a desayunar, vi por primera vez un espectáculo de la naturaleza que jamás pensé podría impresionarme tanto.

        Al principio no entendía del todo lo que sucedía, pero al acercarme a observar mejor, lo comprendí. Pequeños y volátiles copos de nieve caían diagonalmente impulsados por el viento y la gravedad, formando un montículo de hielo en el marco de mi ventana. Eran tan frágiles y delicados que se posaban suavemente al tocar alguna superficie.


          Pero mi impresión fue aún mayor cuando al levantar la vista y ver hacia el horizonte, los copos se multiplicaban por cientos de miles, abarcando todo el paisaje. Una caída rítmica, constante e hipnótica que iba cubriendo de blanco todo a su alrededor. Árboles, bancos de plazas, vehículos y calles; todas bajo el manto de lo que pareciera ser una lluvia de confeti en alguna celebración de carnaval.

          Generalmente soy más de sol, playa y arena. Pero vivir esta experiencia de cierto modo hasta mágica y observar el pacífico paisaje sin más color que el blanco más puro, hace que uno pueda apreciar los pequeños detalles de la vida y la magnificencia de la naturaleza.

          Por supuesto que una vez que hubo terminado de amanecer, sólo quedaba abrigarse bien y salir a disfrutar...



Ver álbum: Mi primera nevada

lunes, 16 de diciembre de 2013

Viajando con tecnología

          Si bien siempre me impresionaron de sobremanera los aviones, por todo el trabajo de ingeniería que representa poner semejantes toneladas de hierro en el aire, no fue sino hasta abordar el vuelo de Dubai con destino a Seúl que tuve esa orgásmica sensación de estar sentado en un pedazo de tecnología hecho por el hombre.
            El Airbus A380 de Fly Emirates es un avión de doble cubierta, (o sea el famoso de dos pisos), y cuatro turbinas del tamaño de tanques industriales de agua. Actualmente es el avión de pasajeros más grande del mundo, diseñado para destronar el monopolio del Boeing. Muchos aeropuertos han tenido que modificar sus instalaciones para que tamaño coloso pueda transitar por ellos. Posee una autonomía de 15.700 kilómetros a una velocidad promedio de 1.020Km/h.


          Proveyendo lugares para 525 almas, en las clásicas categorías de Económica, Negocios y Primera clase, los más privilegiados tienen la oportunidad de viajar en suites particulares a puertas cerradas, tipo habitaciones de hotel, con todas las comodidades que esto conlleva, de manera a brindar al pasajero la privacidad que se merece. Además de poseer su propio Spa y ofrecer la posibilidad de tomar una relajante ducha durante el vuelo.

          Esto sumado a una atención de primera y la oportunidad de escoger las diferentes comidas a través de un menú personalizado. Ofrece la posibilidad de realizar llamadas telefónicas satelitales a cualquier parte del mundo, así como servicio de Wifi durante el vuelo. Todo esto, sin pasar por alto los más pequeños detalles de estética, como por ejemplo la ilusión de estar mirando un cielo estrellado cuando se apagan las luces, gracias a miles de diminutos leds ubicados estratégicamente a lo largo de todo el techo.

          El anochecer dio paso a un amanecer vacilante que nos brindaba un espectáculo de colores cuando el sol anunciaba su inminente salida. Y cuál fue mi sorpresa al descubrir que los primeros rayos estaban iluminando nada menos que la cordillera del Himalaya, incluido el monte Everest.

          Todo esto para finalizar con un suave aterrizaje en la pista del aeropuerto de Seúl.

          Definitivamente uno de los vuelos más emocionantes que tuve hasta ahora.





domingo, 15 de diciembre de 2013

Cenando en Dubai

          Siempre me gustaron los aeropuertos. La diversidad cultural, racial y de credos de las personas de todas partes del mundo convergiendo en un sólo lugar me parece de lo más interesante.

          Pensé que todavía iba a esperar bastante tiempo para decir esto, pero me encuentro cenando en Dubai. El aeropuerto más grande del mundo, todo para mi, aguardando ser explorado.

          El lujo forma parte del día a día de Dubai. Y se aseguran de demostrarlo desde el momento en que pones un pie en la ciudad.

          Ya pasaron más de 32 horas desde que emprendí mi viaje rumbo a Corea y acaban de terminar las últimas 13 horas de vuelo desde Sao Paulo, Brasil a Dubai. Vuelo tranquilo y sin mayores inconvenientes, sin mencionar el llanto continuado y desgarrador de mi pequeño compañero de viaje de 10 meses de edad sentado frente a mi, a quien la presión de la cabina hacía estragos.

          Me siento cansado, pero feliz. Mucha gente, mucho mundo, mucho para conocer. Tengo 6 horas de espera para recorrer y luego embarcarme para volar 6 horas más hasta llegar a Seúl y enfrentarme con lo que sería el invierno asiático y completar así las 48 horas de travesía. Mataría por una ducha caliente y una cama blandita.

          Pisé Dubai. Uno de mis destinos pendientes. La próxima vez, la idea es conocerla a fondo com mucho más tiempo de estadía.
          

sábado, 7 de diciembre de 2013

Dame tu fe

         





La festividad de la Virgen de Caacupé se celebra cada 8 de diciembre en el Paraguay. Un fenómeno social de devoción y fe que en pocas partes del mundo se ve. 

          Cientos de miles de personas emprenden camino a pie, recorriendo varios kilómetros cuesta arriba para orar y agradecer a "la Virgen de los milagros", cuya historia tal vez la escriba en otro post.

          Cuando un amigo mío me pidió que lo acompañe a su travesía, el entusiasmo no fue precisamente la primera de las emociones que me invadió. Sin embargo, tampoco me vendría mal un poco de aventura, caminata y una buena charla que hacía tiempo no teníamos.

          El plan era salir una semana antes de la fecha, como a las 4am y tomar un bus para que nos dé un aventón, para así poder evitar el sol en el asfalto durante la caminata.

          Primeramente fue imposible subirnos al ómnibus, ya que todos venían repletos de personas, a tal punto de que salían cabezas por las ventanillas y colgaban cuerpos de las puertas delanteras y traseras.

          Una fila interminable de personas equipadas con mochilas y ropas deportivas avanzaba sin parar por un lado de la carretera con el mismo rumbo que nosotros. Jóvenes, adultos, parejas, solitarios, hasta desubicados (en mi opinión) llevando a sus hijos pequeños bajo el sol ardiente. Todos movidos por la misma fe.

          Llegando a la basílica, la inmensa cantidad de personas congregadas me impresionó. Personas ornado, tomando fotografías de las imágenes de la virgen, grupos tratando de ser alcanzados por las gotas de agua bendita que derramaban los sacerdotes, personas pidiendo que les bendigan las llaves del auto, velas, imágenes de la virgen y botellones de agua. Jóvenes tomándose fotos para alardear en las redes sociales de su llegada, ancianos con la devoción reflejada en lo ojos pidiendo por quién sabe qué aflicciones personales. El consumismo y capitalismo tampoco se hicieron ausentes, ya que infinidad de vendedores con remeras alegóricas a la virgen, postales, pósters y hasta juguetes para los niños con sus precios excesivos llenaban los alrededores de la plaza central.

          Personalmente estaba cansado, exhausto, sin ganas de formar parte de todo eso y sólo con la idea de regresar a casa a darme una ducha y recostarme. Pero fue entonces que me di cuenta del poder de la fe en las personas. Necesitamos creer en algo más fuerte que nosotros. En algo omnipotente, omnipresente. Que nos escucha y nos ayuda. Sea este Dios, Alá, Mahoma, Buda o la energía cósmica que rige al universo. El ser humano no está hecho para estar solo en el mundo. Necesitamos de algo a lo que aferrarnos en momentos de desesperación y soledad. Necesitamos convencernos de que hay algo más. Necesitamos saber que todo sucede por una razón más allá de nuestro entendimiento y que un plan perfecto y divino rige nuestras vidas.

          La mente humana es extremadamente poderosa. Si eso nos ayuda a autosuperarnos, me parece excelente que este tipo de fenómenos sociales se sigan dando. Supongo que forma parte de nuestra evolución como seres humanos. A pesar de que demasiadas veces se ha utilizado a la religión como instrumento de control de las masas que evitan el libre pensamiento de las personas, convirtiéndolas en un rebaño muchísimo más fácil de manejar. La religión necesita una bocanada de aire fresco, una actualización 2.0, por llamarlo de alguna manera.

          No me hubiera puesto a vivir ni pensar nada de esto si no hubiera ido, que realmente no lo habría hecho si él no me hubiera invitado. Gracias, Pedro.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Por algo se empieza


La reacción popular luego del descarado blindaje del Senador Víctor Bogado, apañado por sus colegas para evitar el desafuero, fue una de las más intensas y comentadas a nivel nacional e internacional tanto por los medios de prensa com por redes sociales hasta este momento.

Fue un claro grito de reclamo de derechos violados y pisoteados de un pueblo cansado de tanta corrupción e impunidad por parte de sus gobernantes.

Lo bello de la democracia y la libertad de expresión es que uno puede hacerse sentir como masa de manera tal que pueda ser capaz de hacer temblar los cimientos del poder enarcado de legislar, torcido voluntades.

Sin embargo, he caminado también entre opiniones de personas que afirman estar indignadas con la indignación del pueblo, alegando hipocresía por parte de los manifestantes, además del montaje de un show mediático de detractores, reclamando que el pueblo había callado cientos de anteriores actos desvergonzados de otros gobernantes en otros gobiernos.

Su punto de razón, por supuesto que lo tiene. Pero si echamos una mirada a la historia, nos damos cuenta de que los grandes cambios, frutos de las grandes revoluciones, se dan luego de que la sociedad ha tocado fondo.

No fue sino hasta darse cuenta de que el petróleo es un recurso natural no renovable, que está llegando a sus últimas reservas, que la humanidad empezó a buscar medidas alternativas de combustión. No fue sino hasta darnos cuenta de que sin agua no podemos vivir, que empezamos a concienciar acerca de su uso. Si no supiéramos que el oxígeno disminuye y la temperatura del planeta aumenta porque ya no hay árboles, no nos preocuparíamos por la reforestación.

Así también, el grito exasperado de indignación fue fruto de la acumulación de tantas acciones y hechos pasados de descaro que como sociedad tuvimos que soportar por parte de personas que se pensaban intocables por las posiciones que ostentaban.

No fue una manifestación popular por un hecho específico. Eso sólo fue el detonante, la gota que colmó el vaso. Fue una manifestación por la suma de todas las ocasiones en las que como pueblo fuimos sometidos. Fue una demostración de que el pueblo sólo duerme hasta que se lo despierta.

Tuvimos que tocar fondo para reaccionar, si. Pero por algo se empieza.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Las oportunidades no se crean ni se destruyen. Sólo se transforman... y multiplican

Me encuentro sentado a la mesita de café de la sala de estar del instituto donde había comenzado mi educación formal en fotografía. Donde aquel primer día observaba en silencio y esperaba para comenzar la primera clase. Todavía me envuelve el mismo ambiente acogedor de la decoración de la atmósfera. Luces de tungsteno colgando dentro de apliques móviles en diferentes partes del techo, dan una calidez tranquilizante al recinto. La biblioteca a mi izquierda, repleta de volúmenes de tantas personas que se han atrevido a volcar todo su conocimiento en un libro y compartirlo con quien se atreva a abrirlo, hace que me detenga a pensar en cómo las decisiones que tomamos van definiendo el rumbo de nuestras vidas. De cómo al optar por una opción en concreto, dejamos atrás tantas otras. Creo que tal vez es por eso que a veces cuesta tanto tomar una decisión. Si giramos a la izquierda, no sabremos lo que hay a la derecha. Si escogemos la puerta A, perderemos lo que hay tras la puerta B. Las decisiones forman parte de la vida. Las oportunidades también.

Solo que en el caso de las oportunidades, también está en nosotros decidir si las aprovechamos o no. ¿Salimos de nuestra zona de confort para aceptar aquel viaje a tierras lejanas y desconocidas? ¿Nos alejamos de la familia y amigos para trabajar con extraños lejos de nuestro país? ¿Renunciamos al trabajo actual de tanto tiempo y al que tanto conocemos para aceptar aquella oferta llena de expectativas?

Varias veces pasé por situaciones similares. Situaciones que me parecían extremadamente complicadas debido a la gran renuncia a lo cómodo y conocido que esto implicaba.

Entonces, ¿cómo tomamos una decisión? O mejor dicho, ¿cómo tomamos una BUENA decisión?

La respuesta que personalmente pude encontrar a esa pregunta es que si hacemos lo que nos gusta, y lo hacemos con amor, las oportunidades correctas llegarán a nosotros. Y a medida que aprovechamos las oportunidades correctas, éstas darán paso a más del mismo tipo. Y es asombroso cómo esa cadena va creciendo. Sólo hay que ser lo suficientemente valiente como para volcar el corazón en ello y decir "sí", para luego ver el resultado positivo de habernos lanzado a esa aventura de lo desconocido.

"Aprovechá todas las oportunidades", dicen. No estoy de acuerdo. Hay oportunidades que no llevan por buen camino y mucho menos a buen resultado. Una vez que sepas de qué se trata y sientas esa cosquillita en la panza, sabrás que es la oportunidad que debes aprovechar.

Estoy sentado a la mesita de café del instituto donde inicié mi educación formal en fotografía. Estoy esperando a que inicie la reunión de instructores... porque esta vez soy uno de ellos.