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sábado, 7 de diciembre de 2013

Dame tu fe

         





La festividad de la Virgen de Caacupé se celebra cada 8 de diciembre en el Paraguay. Un fenómeno social de devoción y fe que en pocas partes del mundo se ve. 

          Cientos de miles de personas emprenden camino a pie, recorriendo varios kilómetros cuesta arriba para orar y agradecer a "la Virgen de los milagros", cuya historia tal vez la escriba en otro post.

          Cuando un amigo mío me pidió que lo acompañe a su travesía, el entusiasmo no fue precisamente la primera de las emociones que me invadió. Sin embargo, tampoco me vendría mal un poco de aventura, caminata y una buena charla que hacía tiempo no teníamos.

          El plan era salir una semana antes de la fecha, como a las 4am y tomar un bus para que nos dé un aventón, para así poder evitar el sol en el asfalto durante la caminata.

          Primeramente fue imposible subirnos al ómnibus, ya que todos venían repletos de personas, a tal punto de que salían cabezas por las ventanillas y colgaban cuerpos de las puertas delanteras y traseras.

          Una fila interminable de personas equipadas con mochilas y ropas deportivas avanzaba sin parar por un lado de la carretera con el mismo rumbo que nosotros. Jóvenes, adultos, parejas, solitarios, hasta desubicados (en mi opinión) llevando a sus hijos pequeños bajo el sol ardiente. Todos movidos por la misma fe.

          Llegando a la basílica, la inmensa cantidad de personas congregadas me impresionó. Personas ornado, tomando fotografías de las imágenes de la virgen, grupos tratando de ser alcanzados por las gotas de agua bendita que derramaban los sacerdotes, personas pidiendo que les bendigan las llaves del auto, velas, imágenes de la virgen y botellones de agua. Jóvenes tomándose fotos para alardear en las redes sociales de su llegada, ancianos con la devoción reflejada en lo ojos pidiendo por quién sabe qué aflicciones personales. El consumismo y capitalismo tampoco se hicieron ausentes, ya que infinidad de vendedores con remeras alegóricas a la virgen, postales, pósters y hasta juguetes para los niños con sus precios excesivos llenaban los alrededores de la plaza central.

          Personalmente estaba cansado, exhausto, sin ganas de formar parte de todo eso y sólo con la idea de regresar a casa a darme una ducha y recostarme. Pero fue entonces que me di cuenta del poder de la fe en las personas. Necesitamos creer en algo más fuerte que nosotros. En algo omnipotente, omnipresente. Que nos escucha y nos ayuda. Sea este Dios, Alá, Mahoma, Buda o la energía cósmica que rige al universo. El ser humano no está hecho para estar solo en el mundo. Necesitamos de algo a lo que aferrarnos en momentos de desesperación y soledad. Necesitamos convencernos de que hay algo más. Necesitamos saber que todo sucede por una razón más allá de nuestro entendimiento y que un plan perfecto y divino rige nuestras vidas.

          La mente humana es extremadamente poderosa. Si eso nos ayuda a autosuperarnos, me parece excelente que este tipo de fenómenos sociales se sigan dando. Supongo que forma parte de nuestra evolución como seres humanos. A pesar de que demasiadas veces se ha utilizado a la religión como instrumento de control de las masas que evitan el libre pensamiento de las personas, convirtiéndolas en un rebaño muchísimo más fácil de manejar. La religión necesita una bocanada de aire fresco, una actualización 2.0, por llamarlo de alguna manera.

          No me hubiera puesto a vivir ni pensar nada de esto si no hubiera ido, que realmente no lo habría hecho si él no me hubiera invitado. Gracias, Pedro.

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